IGUALDAD DE DERECHOS, TRABAJANDO LOS ESTEREOTIPOS
Tradicionalmente, la sociedad ha tendido a aislar y a segregar a las mujeres con discapacidad, y a pesar de los logros y avances obtenidos en los últimos años, este tipo de discriminación (sutil a veces) sigue representando un problema grave y alarmante.
Pero, al contrario de lo que ocurre con otro tipo de grupos vulnerables o que sufren discriminación, las mujeres con discapacidad carecen generalizadamente de recursos o dispositivos legales eficaces para eliminar y corregir dichas conductas discriminatorias.
Se enfrentan continuamente a dichas circunstancias, que se evidencian en cotas mayores de desempleo, salarios inferiores, menor acceso a los servicios de salud, mayores carencias educativas, escaso o nulo acceso a los programas y servicios dirigidos a mujeres en general, mayor riesgo de padecer situaciones de violencia y todo tipo de abusos, etc., realidad que se agrava por la dificultad de introducir modificaciones en los hábitos preexistentes. De igual modo, las mujeres con discapacidad soportan aún con más crudeza que los varones con discapacidad la persistencia de prejuicios, estereotipos e ideas recibidas, generalizados en todos los ámbitos, que distorsionan la imagen social y la percepción normalizada de este grupo.
Aunque las políticas llevadas a cabo en los últimos tiempos han mejorado sensiblemente las condiciones de vida de las personas con discapacidad y han reducido las circunstancias que llevan a su exclusión, no se ha logrado aún paliar la relación entre discriminación y mujer con discapacidad.
El tratamiento de los diferentes asuntos abordados desde la óptica amplia de la discapacidad, puede haber supuesto una falta de concreción en las necesidades y demandas de mujeres con discapacidad.