CONSTRUYENDO LA NUEVA IMAGEN

Históricamente las personas con discapacidad hemos sufrido la discriminación que recae sobre lo considerado “diferente” de acuerdo al paradigma dominante de la “normalidad”. El destino ha ido variando en las diferentes épocas hasta la incorporación subordinada de las personas con discapacidad al sistema de producción, pero siempre manteniendo esta subordinación.

Esto ha comenzado a ser cuestionado a partir de la segunda mitad del siglo XX gracias al surgimiento de movimientos sociales de personas con discapacidad que, basándose en el Modelo Social y el Paradigma de los Derechos Humanos, reclaman ser tenidos en cuenta como sujetos de derecho en la elaboración de políticas de inclusión (“nada sobre nosotros sin nosotros”).


Socialmente la discapacidad se percibe en dos sentidos: una relacionado a su origen congénito y el otro como resultado de un accidente/enfermedad sobrevenida. La valoración social en ambos casos es diferente, ya que en el primero se hará más difícil cambiar la imagen en términos sociales que tiende a verlo como sujetos dependientes, mientras que en el segundo su “estado natural” se verá modificado pero nunca borrado por completo. Esto demuestra que más que la discapacidad, es la imagen social creada lo que condiciona la realidad de las personas con discapacidad.


Esto además queda reflejado en cómo nos referimos a las personas con discapacidad, si utilizamos el concepto «personas con discapacidad», supone primeramente otorgarles un estatus de persona, es decir de “sujetos de derecho”, y porque alude primeramente al sujeto antes que a la Discapacidad misma. Por otra parte se refiere a que tiene una discapacidad y no que es un discapacitado, valorando las posibilidades del sujeto para decidir y hacer su presente y su futuro, sus vocaciones e intereses, más allá de las limitaciones que pueda presentar debido a su discapacidad. La palabra «discapacitado», que aún se utiliza en muchos lugares, oculta las posibilidades de la persona.


Debemos tomar consciencia de que los prejuicios no son algo inevitable de la condición humana, sino el producto de un determinado desarrollo social y cultural, a fin de poder desmontarlos para luchar por una sociedad más justa e inclusiva para todos y todas.

Las personas con discapacidad, somos fruto de la sociedad y cultura de la que provenimos y con la que convivimos, y hay que tener cuidado en asumir la imagen social que se ha generado de nosotros/as, por ello es imprescindible trabajar para lograr nuestro empoderamiento, su voluntad de integración SOCIAL Y LABORAL, así como su plena ciudadanía.